Y aquí estamos...

Cuentos fantásticos, tal vez - más adelante - capítulos de una novela, poesías...
En fin, todo lo que pueda llevarnos a un mundo en el que la rutina no existe... y la realidad tampoco.

jueves, 13 de enero de 2011

Una palabra

con
sólo
una
palabra
podemos
decir
muchas
cosas
amor
odio
indiferencia
calma
ira
paz
enojo
dulzura
fastidio
muerte
nueva
vida

lunes, 10 de enero de 2011

Muertos

Me levanto. Como siempre, como todos los días de mi rutinaria y paupérrima vida, me encuentro pidiendo en la calle, intentando ganar algunas monedas para comprarme mi cajita de sueños perdidos. Cansado, me siento en el cordón de la vereda.
De pronto, escucho un ruido intenso y prolongado. Un cortejo fúnebre. “Genial – pienso –, ahora voy a poder sacar algo más. Nada mejor que la gente triste.”
Me acerco a algunos que acompañan caminando a los autos lujosos. “Una limosna, señor”. Nada. “¿Una monedita, doña?” Nada. A un joven: “Pibe, me das una moneda?” Menos. Muecas de asco es todo lo que recibo.
Una mano me arranca del montón. Una gorra y un bastón me miran y me golpean.
“¡Basta!” grito, desesperado. “Él está muerto. ¡Y yo, vivo!”
Duermo en una cárcel. No hay dudas. La ciudad de la furia pertenece a los muertos.

viernes, 7 de enero de 2011

Nada extraño bajo el sol


No hay por qué asombrarse. El otro día iba caminando hacia la escuela, y me pregunté “¿Qué pasa si no voy? ¿Qué sucedería si, repentinamente, me transformo en ave y surco los cielos en busca de nuevas aventuras, como un Quijote icariano, y no vuelvo a la institución?”
Me entretenía en éstos y otros vagos pensamientos cuando “¡Zas!”, sentí que mis pies ya no tocaban el suelo. Moví los deditos, pero tampoco los percibía definidamente. Miré, entonces, hacia abajo, y cuál no sería mi sorpresa cuando me di cuenta de que los techos de los edificios estaban muy por debajo de mí.
Mis alas desplegadas eran soberbias. Me costó acostumbrarme a utilizarlas. Sobre todo, coordinarlas era casi imposible. Lo que la izquierda intentaba no era seguido por su compañera, y viceversa.
“Esto ha ido demasiado lejos”, medité preocupada. Sin embargo, intenté disfrutar del  paisaje. No todos los días se tiene la oportunidad de sobrevolar la ciudad como si se fuera un pájaro. Y no iba a desaprovechar una mañana tan hermosa. Casi no hacía frío.
De pronto, paf. Me había llevado por delante un pararrayos. “Debo ser más cuidadosa. Estoy tan ensimismada viendo las copas de los árboles que…” Me quedé muda. No podía creer lo que estaba viendo… a mi misma altura.
No me imaginé que me encontraría a más gente como yo. Comenzaron a saludarme. Un abuelo con su nietito enfundado en un guardapolvo demasiado grande. Una señora apresurada con una bolsa gigante de hacer los mandados.
Volví a caminar, pensando que había sido sólo un sueño, y me decepcioné. No obstante, al quitar mis útiles de la mochila, unas plumas surgieron de la nada y se fueron, volando, por la ventana.