Y aquí estamos...

Cuentos fantásticos, tal vez - más adelante - capítulos de una novela, poesías...
En fin, todo lo que pueda llevarnos a un mundo en el que la rutina no existe... y la realidad tampoco.

viernes, 9 de agosto de 2013

La caída

Estoy soñando. Sé que estoy soñando. Pero no por eso me angustio menos. De hecho, no sé cómo me doy cuenta de que estoy dormido...
La cuestión es que caigo. Estoy cayendo. Sí, en caída libre. Mi cerebro se prepara para el impacto. Mi corazón, no. Intento convencerme de que nada de esto me está ocurriendo verdaderamente. Sin embargo, allá abajo está el piso. Lo veo claramente. Cada vez más cerca. Ahora bien... ¿por qué no llego nunca?
La caída se prolonga. Indefinidamente. Podría decir que hace años que estoy cayendo. Y que sigo cayendo. Estoy prácticamente agotado de caer. Deseo que todo se termine de una buena vez. Pero nada de esto, no señor. Sigo cayendo. Y dale.
El suelo se aproxima, por fin. Ya casi. Ya...

¿Cómo es posible que haya sobrevivido a semejante caída? Es una locura. Debo haber caído de un piso 30, por lo menos. Sí, recuerdo que estaba en el balcón y que sentía cómo perdía el control. Qué extraño. El balcón se daba vuelta, o algo así. Sólo quería fumar mi cigarrillo tranquilo, aunque notaba que la ceniza no caía hacia abajo... ¿Qué es este mundo? ¿Qué está pasando? ¿Qué me está pasando? Cuando quise poner mis pensamientos en orden, ya estaba cayendo.

Ah, sí. Cómo me duele todo, por favor. Alguien que llame inmediatamente a una ambulancia. Señor, usted... No, no me vio. Vos, piba... Sí, tenés precioso el pelo. Dejá de mirar tu puto celular y dame una mano, dale. Pero... No, perro, sacá tu lengua de mi cara. Je, es el único que me da pelota. Perrito, llamame una ambulancia.

Solo, estoy solo en este mundo. Y bueno, me tendré que levantar sin ayuda. Así es la vida, al fin y al cabo. Si uno no se levanta, si uno no se ayuda a sí mismo, nunca mejora nada, ¿no?

No puedo levantarme, pero sí arrastrarme. No sé cómo, logro abrir la puerta del edificio y tomar el ascensor. ¿Qué piso era? Ah, sí, 37. Ahí voy.
Te toco el timbre. Nada. Golpeo la puerta. Nada. La abro. ¿Pero cómo vas a dejar la puerta abierta? ¿No oíste hablar de la inseguridad? Qué mina, che. Me acerco a la cama y te pido ayuda. No me escuchás. Te grito. Nada.

¿Es que no me ven de este lado? ¿Verdaderamente me encuentro en otra dimensión, en otro tiempo? ¿Rompí el espacio-tiempo en mi caída y por eso tardaba tanto en llegar? ¿Por eso nadie me oye? ¿Estoy adelantado a tu percepción, a la de todos ustedes? Entonces, mi caída aún no tuvo lugar... ni tiempo.

Sudado, tembloroso, despierto. Puf, qué pesadilla. Despertás vos también. Me mirás, y sonreís.
-¿Te preparo el desayuno?
-Bueno, dale.

De pronto, escucho un grito. Sos vos, en la pieza.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué gritás?
-¿Qué es esto?
Parece sangre. Seca. Miro tu cara, casi deformada; no puedo verte bien. Me duele todo el cuerpo...
Mis tobillos se doblan, y caigo al piso.