Y aquí estamos...

Cuentos fantásticos, tal vez - más adelante - capítulos de una novela, poesías...
En fin, todo lo que pueda llevarnos a un mundo en el que la rutina no existe... y la realidad tampoco.

martes, 1 de febrero de 2011

El gato y el ratón

Cuidaba a su gato con su vida. Lo mimaba, lo cepillaba, le mantenía limpias las piedritas, le daba de beber y de comer... tal vez demasiado. Entonces, comenzó a engordar. El gato, claro.
No hizo nada al respecto. Creía firmemente en que "cuanto más gordito, más sanito", así que no se preocupó.
Sí comenzó a sentirse más cansado, ya que tuvo que buscar otro trabajo para poder continuar comprando la mejor comida para su minino; igualmente, saber que llevaba a cabo ese sacrificio por su mascota lo hacía sentirse bien. Su espalda empezó a encorvarse por el esfuerzo y la falta de descanso, pero tampoco se molestó por ello.
El gato continuó engordando. Cuando ya no pudo estirarse más a lo ancho, comenzó a trepar a lo alto. Su incrédulo dueño no entendía semejante despliegue, aunque no modificó su actitud impertérrita.
En cambio, su corazón le dio un vuelco el día en que intentó llenar de comida la escudilla y notó que ya no alcanzaba la alacena.
Desesperado, se dio vuelta. Vio cómo el gato lo miraba, relamiéndose. Dio unos pasos hacia atrás. El animal lo acechaba, lo miraba fijamente y continuaba pasando la lengua por sus afilados colmillos.
En un momento, la espalda del perseguido tocó la pared. Siempre agazapado, listo para atacar, el gato continuó avanzando. El dueño torció el rumbo, rozando el muro de costado. Encontró una abertura y se metió en ella. "Maldición, continúa siguiéndome", masculló, mientras observaba cómo el minino penetraba en su guarida, casi sin dificultad.
De pronto, un ruido metálico. Clic. Estaba atrapado. El gato se aprestó a saltar. Escuchó un grito agudo, el suyo. Luego, la oscuridad.